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El libro de las enfermedades alérgicas

Editores: Dr. José Manuel Zubeldia, Dra. M.ª Luisa Baeza, Dr. Tomás Chivato, Dr. Ignacio Jáuregui y Dr. Carlos J. Senent

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El libro de las enfermedades alérgicas

Editores: Dr. José Manuel Zubeldia, Dra. M.ª Luisa Baeza, Dr. Tomás Chivato, Dr. Ignacio Jáuregui y Dr. Carlos J. Senent

Sección III / Capítulo 7

La alergia por pólenes: ¿qué son y cómo evitarlos?

Resumen

Resumen
  • La prevalencia de las enfermedades alérgicas ha aumentado drásticamente en los últimos años, debido a la conjunción de factores genéticos y ambientales (contaminación, cambio climático, hipótesis de la higiene…); en la actualidad es el trastorno inmunológico más frecuente que afecta al ser humano.
  • La polinosis es una rinoconjuntivitis causada por la sensibilización clínica a alérgenos presentes en los pólenes, y que en un 40 % de los casos cursa además con asma.
  • Si un paciente sufre de sintomatología rinoconjuntival (estornudos, prurito, destilación y congestión nasal…) y/o bronquiales (disnea, autoescucha de sibilancias, tos seca), en los días soleados y con empeoramiento durante los días de viento, el diagnóstico más probable es el de polinosis.
  • En estos casos, el paciente debe acudir a un especialista en Alergología, para saber qué polen (o pólenes) son los responsables de su sintomatología, y qué medidas debe adoptar para evitarlos. Del mismo modo, el alergólogo instaurará un tratamiento individual, dependiendo de cada caso.
  • Es importante que cada paciente conozca su umbral de reactivación de síntomas, a fin de realizar una correcta profilaxis; para ello es imprescindible conocer el calendario polínico y cuáles son los recuentos, en modo cuantitativo, que hay en cada momento de los pólenes que le afectan.
  • La utilización de mascarillas para prevenir el contagio de la infección por COVID-19 puede contribuir a disminuir la exposición a los pólenes en los pacientes alérgicos y como consecuencia disminuir sus síntomas, además de reducir el consumo de medicación.

Preguntas y respuestas

Resumen

¿Qué es la polinosis?

Se conoce como polinosis la sintomatología causada por la sensibilización clínica a los alérgenos presentes en los pólenes. Dicha sintomatología consiste en una rinoconjuntivitis que en un 40 % de los casos cursa, además, con asma.

El médico inglés John Bostock fue el primero en describir la enfermedad en 1819 (él mismo la padecía); entre los años 1819-1828 tan solo pudo encontrar 28 casos más de este raro proceso en toda Inglaterra. Posteriormente, diversos estudios epidemiológicos realizados en Europa han ido demostrando un progresivo y sorprendente incremento en su prevalencia, que era de un 0,8 % en 1926, un 11,2 % en 1994, y un 20 % en la actualidad, llegando incluso a un 30 % si la limitamos a la población escolar de edades comprendidas entre los 13 y 14 años de grandes ciudades como Londres. Es decir, hemos pasado de una rara enfermedad al trastorno inmunológico más frecuente en el ser humano hoy en día.

Los factores que se barajan como causa de este dramático incremento son principalmente la falta de exposición a gérmenes durante la temprana infancia (hipótesis de la higiene), junto a la contaminación atmosférica en los países desarrollados y el cambio climático.

¿Por qué se llama fiebre del heno a la polinosis?

Como se ha mencionado anteriormente, John Bostock médico de profesión, padecía en época estival una sintomatología consistente en rinoconjuntivitis y asma, y pensó que la causa de sus males eran las emanaciones que fluían de la hierba seca con la que se nutría el ganado (conocido como heno). En aquella época, el término fiebre se empleaba para designar cualquier proceso anormal del cuerpo humano, ya fuera febril o afebril, razón por la que Bostock denominó a este proceso fiebre del heno. El término, aunque erróneo, sigue utilizándose en nuestros días tanto por profanos como por especialistas. La forma correcta para designar este cuadro médico es, como se ha dicho previamente, polinosis.

¿Cuál es la causa de la polinosis?

Bostock describió la enfermedad, pero fue otro médico inglés, Charles Harrison Blackley, quien publicó en 1873 (más de medio siglo más tarde) que la causa de dicha enfermedad eran los pólenes, y no el heno, demostrando mediante el estudio microscópico de los granos de polen de gramíneas, la relación entre su presencia atmosférica y la aparición de los síntomas (de hecho, él también padecía de polinosis). Por tanto, se puede considerar a Blackley como el padre de la ciencia que estudia los pólenes atmosféricos (aeropalinología).

Del mismo modo, descubrió las pruebas cutáneas, al describir la aparición inmediata de eritema y lesión habonosa en una zona de piel previamente escarificada (arañada con una aguja), tras el contacto con pólenes de gramíneas. Gracias a este descubrimiento, se reconoció la fiebre del heno como una enfermedad alérgica de hipersensibilidad inmediata, mediada por uno o varios factores séricos que llamaron reaginas.

Posteriormente, en 1966, se demostró que los anticuerpos reagínicos correspondían a una inmunoglobulina diferente a las conocidas hasta la fecha (IgG, IgA, IgM) a la que se denominó inmunoglobulina E (IgE). Esta demostración fue llevada a cabo de manera casi simultánea por un matrimonio de investigadores japoneses afincados en Estados Unidos (Teruko y Kimishige Ishizaka) y unos investigadores suecos (Johansson y Bennich). Comprobaron que, a diferencia de la población normal, los pacientes alérgicos al polen presentaban altas concentraciones de IgE, y que dichos anticuerpos estaban dirigidos contra glicoproteínas localizadas en el interior de los granos de polen. Por tanto, son los anticuerpos IgE los causantes de la enfermedad.

¿Puede cualquier persona sufrir polinosis?

No todo el mundo puede sufrir de polinosis. Fundamentalmente, el riesgo de desarrollar la enfermedad viene dado por la conjunción de factores genéticos (disposición atópica heredada) y ambientales (una exposición a pólenes alergénicos; que, como se verá más adelante, no todos lo son).

Los síntomas de polinosis pueden aparecer a cualquier edad, aunque el inicio suele ser más frecuente en la infancia y en la juventud. Una vez que aparecen los primeros síntomas clínicos, estos tienden a persistir indefinidamente en el tiempo, e incluso a agravarse (entre un 30-60 % de los pacientes puede terminar desarrollando asma bronquial). No obstante, un pequeño porcentaje de pacientes (8 %) puede presentar remisiones clínicas espontáneas, es decir, deja de tener sintomatología. La severidad de las manifestaciones clínicas depende de la cantidad de polen liberado y de la exposición del paciente a él durante la estación polínica específica; por tanto, puede variar de año en año.

La mayoría de los pacientes, especialmente a partir de la cuarta o quinta década de la vida, van experimentando una lenta remisión de los síntomas, aunque tampoco se produce en el 100 % de los casos.

¿Cómo saber si los síntomas son de catarro por virus o de alergia?

La sintomatología alérgica es muy similar a la producida por los cuadros infecciosos virales (catarros), y consiste en afectación nasoocular (estornudos en salva, picores en la nariz y en los ojos, enrojecimiento ocular, lagrimeo, mucosidad nasal transparente y congestión nasal) y ocasionalmente tos y asma.

Generalmente, en los cuadros víricos no se produce conjuntivitis y pueden presentar fiebre, y en cuanto a la tos, suele acompañarse de expectoración. Sin embargo, en la polinosis casi siempre hay conjuntivitis (ojos rojos con picor ocular), no aparece la fiebre y la tos es seca; en ocasiones se acompaña de autoescucha de sibilancias (leve pitido producido con la inspiración y/o la espiración) y disnea (fatiga) de predominio nocturno.

Del mismo modo, cuando un paciente sufre esta sintomatología rinoconjuntival y/o bronquial, principalmente durante los días soleados, con mejoría los días de lluvia y empeoramiento cuando hay viento —especialmente si permanece en espacios abiertos—, es muy probable que sufra polinosis. Si los síntomas se repiten siempre en la misma época del año, el diagnóstico es más que probable.

¿Es la pelusa blanca que aparece en primavera la causante de los síntomas?

Con la llegada de la primavera, las calles se llenan de una especie de pelusa blanca, que la gente comúnmente reconoce como polen, ya que, con su aparición, los pacientes polínicos comienzan a tener sintomatología alérgica (estornudos, prurito nasoocular, obstrucción nasal, lagrimeo, mucosidad nasal transparente, asma, etc.).

Esta afirmación es completamente errónea, ya que las partículas de polen son microscópicas (su tamaño oscila entre 2,5 y 150 micras; una micra es la milésima parte de un milímetro) y, por tanto, invisibles al ojo humano. Se precisa un microscopio para poder observarlas.

Dicha pelusa realmente es una especie de algodoncillo blanco (llamado vilano) que envuelve las semillas del chopo (Populus), con el fin de hacerlas volátiles y facilitar de este modo su dispersión para colonizar nuevos ambientes. Tanto las semillas como el vilano que las recubre son inocuos para el ser humano.

Los síntomas que los pacientes polínicos presentan en esta época del año se deben al polen de las gramíneas, que como se acaba de comentar, no es visible a nuestros ojos, y cuya polinización coincide en el tiempo con la dispersión de las semillas del chopo envueltas en el vilano.

Penachos pilosos del chopo, que transportan las semillas. Aparecen en mayo, coincidiendo con la polinización de las gramíneas; sin embargo, al contrario que ellas, no producen ningún tipo de alergia.

Penachos pilosos del chopo, que transportan las semillas. Aparecen en mayo, coincidiendo con la polinización de las gramíneas; sin embargo, al contrario que ellas, no producen ningún tipo de alergia. (Créditos, F. 31)

¿Qué es el polen?

Los pólenes son unos granos de un tamaño muy reducido (más pequeños que la punta de un alfiler), producidos por el aparato reproductor masculino de las flores, que llevan en su interior células espermáticas. Su función consiste en transportar dichas células hasta el aparato reproductor femenino de otras flores, con objeto de producir la fecundación, que conllevará la posterior formación del fruto; de ese modo se logra, por consiguiente, asegurar la supervivencia de las especies vegetales.

Como se ha comentado previamente, el polen tiene un tamaño variable: en la mayor parte de los pólenes oscila entre 20 y 40 micras, y cuando se encuentra disperso en el aire es invisible al ojo humano, para verlo es necesario un microscopio; no obstante, hay que tener en cuenta que una sola planta puede producir miles y miles de granos de polen, cuyo aspecto, cuando se ve amontonado (como puede ser en el interior de las flores u hojas circundantes), es el de un polvillo amarillo.

No todas las plantas polinizan al mismo tiempo (aunque la mayoría lo hacen en primavera-verano); por tanto, los niveles de polen de cada una aumentarán dependiendo de la época del año, y serán imperceptibles el resto de los meses (si se trata de polinización estacional, no así en el caso de la perenne). Por este motivo, no todos los pacientes polínicos presentan sintomatología los mismos meses del año.

¿Todas las plantas pueden producir polinosis?

No. Si bien todas las plantas polinizan, no todas producen polinosis.

La polinización de las plantas se puede producir de dos maneras (aunque muchas plantas tienen una forma de fecundación mixta), con arreglo a las cuales estas se clasifican en:

  • Entomófilas (del griego Entomos: ‘insecto’): estas plantas polinizan a través de los insectos. Se caracterizan por tener flores de colores vivos, con pétalos vistosos y por ser aromáticas, características que utilizan para atraer la atención de los insectos. Su polen suele ser pegajoso, para adherirse a las patas del insecto que se posa en ellas, de modo que cuando este se pose en otra flor, deposite el polen que lleva pegado. El 80 % de las plantas pertenecen a este grupo; entre ellas: las rosas, los claveles, las hortensias, los geranios, etc.
  • Anemófilas (del griego Anemos: ‘viento’): las que polinizan a través del viento. Suelen ser plantas que carecen de flores vistosas (no pueden atraer a los insectos), y como se sirven del viento, sus granos de polen suelen ser más pequeños y son liberados en mayor cantidad, facilitando así que vuelen lejos (aerovagantes), lo que favorece la fecundación a distancia de otras plantas de su especie. Claro ejemplo de ello son las hierbas que crecen en los márgenes de las carreteras.

De modo que es sencillo comprender que solo las plantas anemófilas son las que contribuyen a la carga atmosférica de pólenes que de forma inadvertida podemos respirar. Por el contrario, las plantas entomófilas, al no liberar el polen en el aire, no suelen producir ninguna alergia respiratoria, salvo que estén muy cerca del paciente: lo que se denomina polinosis de proximidad, como ocurre con los aligustres.

La forma de polinización de las plantas anemófilas justifica que la sintomatología que presentan los pacientes con polinosis sea fundamentalmente respiratoria (rinoconjuntivitis y/o asma), ya que esta es la vía por la que el individuo entra en contacto con el polen. Del mismo modo, también explica que sea en los días de viento cuando el paciente acuse más la sintomatología y, por contra, que cuando llueve, mejore (ya que se limpia la atmósfera y los granos de polen se depositan en el suelo con el peso de la lluvia al mojarse).

¿Cómo saber qué pólenes producen alergia en cada paciente?

En España hay más de diez tipos de pólenes que pueden provocar polinosis epidémicas. Si un paciente presenta la sintomatología descrita, debe acudir al especialista en Alergología, que le someterá a una serie de pruebas (cutáneas y/o de otro tipo) para confirmar su enfermedad, y le explicará si los síntomas son producidos por haber desarrollado alergia a uno o a varios pólenes.

La aparición de los síntomas en el paciente está en función de la presencia atmosférica del polen o los pólenes a los que está sensibilizado en su lugar de residencia. Dependiendo de la región en la que viva, los pólenes predominantes serán diferentes: así, por ejemplo, los pacientes residentes en Madrid o Barcelona, y que son alérgicos a los pólenes de las arizónicas y los cipreses (cupresáceas), desarrollarán sus síntomas en los meses que van de enero a marzo; los alérgicos al plátano de sombra (Platanus hispanica) los desarrollarán entre marzo y abril; los que lo sean al polen del olivo o la parietaria, o las gramíneas, de abril a julio, y los sensibles a los pólenes de Salsola (una maleza característica en las películas del oeste), entre mayo y septiembre.

El polen predominante y que más sintomatología ocasiona en España es el de las gramíneas (hierbas), y el mes de máxima incidencia es mayo.

¿Cuáles son los pólenes más alergénicos?

En España hay seis pólenes que afectan a más del 90 % de la población. Por orden de importancia serían: gramíneas, olivo, cupresáceas (arizónica y ciprés), salsola, plátano de sombra y parietaria (figura 1). Estos pólenes van a aparecer de forma secuencial, prácticamente durante todo el año; así, en invierno, las cupresáceas; durante la primavera, el plátano de sombra, las gramíneas, el olivo, la salsola y la parietaria; durante el verano, solo la salsola y la parietaria, y en otoño, de nuevo las cupresáceas.

Hay otros cuatro pólenes menos habituales que los anteriores, pero que pueden ser importantes en algunas zonas geográficas, como es el caso del abedul, la palmera, la artemisa y el plantago. El abedul aparece en la atmósfera en los meses de primavera en la cornisa cantábrica y en el norte de Castilla-León. La palmera poliniza en primavera en zonas de costa, siendo importante en zonas como Elche y Orihuela. La artemisa puede dar problemas en otoño en zonas rurales, mientras que en Tenerife los daría en primavera. Por último, el plantago coincide con las gramíneas en primavera. Un árbol del cual no se ha demostrado que su polen produzca apenas alergia es el del pino.

Figura 1. Imágenes al microscopio óptico de los seis pólenes más importantes como causa de rinoconjuntivitis y asma alérgica en España: 1. Gramíneas; 2. Olivo; 3. Arizónica; 4. Salsola; 5. Plátano de sombra; 6. Parietaria

Figura 1. Imágenes al microscopio óptico de los seis pólenes más importantes como causa de rinoconjuntivitis y asma alérgica en España: 1. Gramíneas; 2. Olivo; 3. Arizónica; 4. Salsola; 5. Plátano de sombra; 6. Parietaria (Créditos, F. 32)

Anexo: 11 Pólenes más importantes a nivel mundial (Créditos, F. 227)

¿Son iguales los pólenes que producen alergia en todo el mundo?

Los pólenes que producen alergias en otros países de Europa como Portugal, Grecia o Italia son muy similares a los de España. En otras latitudes más al norte en Europa, debido a la diferente flora, se observan algunas diferencias: así, en los países escandinavos es muy frecuente la alergia al abedul, o en Alemania, la del fresno, de la misma familia que el olivo.

Además, en algunas zonas del centro de Europa como Austria es importante la alergia a la ambrosia, planta que no existe en España.

En Norteamérica existen pólenes similares a los de Europa, siendo los más importantes, además de las gramíneas, los de las cupresáceas y la ambrosia.

En Japón la mayoría de las alergias por pólenes se deben a la Cryptomeria japonica (cedro del Japón), de la familia de las cupresáceas. En Sudamérica y en África, por sus condiciones climatológicas y por su flora, no son muy frecuentes las alergias causadas por los pólenes. Australia, por estar situada en el hemisferio sur, sufre alergias por pólenes similares a los de Europa, pero en estaciones contrarias.

¿Los diferentes pólenes tienen la misma época de polinización en españa?

El inicio de la polinización se produce primero en las zonas situadas más al sur, por una mayor incidencia de los rayos solares, para ir posteriormente avanzando hacia el norte. Por este motivo, en España puede haber olivos en flor a finales de marzo en zonas de Andalucía, como Málaga, mientras que en Toledo no lo hace hasta mediados de mayo.

De igual manera, se inicia antes la polinización en las zonas que se hallan más bajas sobre el nivel del mar y posteriormente, en las más altas. Dentro de la provincia de Jaén, el olivo inicia la polinización primero en zonas más bajas, como Andújar (situada a 200 metros sobre el nivel del mar) y más tarde, en Cazorla (a 1.000 metros sobre el nivel del mar).

La artemisia poliniza en toda la península desde finales del verano hasta el inicio del invierno, mientras que en la isla de Tenerife lo hace durante la primavera.

¿Se puede ser alérgico a más de un tipo de polen?

Sí. Aproximadamente el 50 % de los pacientes polínicos del norte de España y más del 80 % de los residentes en el centro y sur son alérgicos a más de un tipo de polen. Por ejemplo, en Madrid es muy frecuente la alergia múltiple a cupresáceas más gramíneas, pudiendo asociarse al plátano de sombra, al olivo y la salsola, lo que condiciona una sintomatología prolongada, multiestacional de enero a octubre.

¿Por qué cada vez hay más pacientes alérgicos?

David Strachan propuso en 1989 la denominada hipótesis de la higiene, según la cual, la creciente incidencia de la enfermedad alérgica en general se relacionaba con la menor exposición a los gérmenes. Según Strachan, esta disminución a la exposición de agentes virulentos se debía al aumento de la higiene personal, a la disminución del tamaño familiar y al contacto más limitado con animales; de ahí que razonase que ser dueño de una mascota, vivir en granjas, asistir a guarderías o tener hermanos ayudaban al sistema inmunitario a adaptarse apropiadamente, de forma que no reaccionara con desmedida al estímulo ambiental.

De acuerdo con esta hipótesis, el sistema inmunitario, en ausencia de exposición repetida a sustancias dañinas, reacciona y se estimula excesivamente frente a sustancias externas que en un principio deberían ser inocuas para el ser humano, como los pólenes, dando como resultado el desarrollo de las alergias. Esta teoría explicaría porque en los países desarrollados hay más enfermedades de hipersensibilidad y autoinmunes que en los países subdesarrollados.

Como su nombre indica, se trata tan solo de una hipótesis sobre las causas del aumento de las distintas enfermedades alérgicas y autoinmunes.

En los últimos años, los vehículos diésel han aumentado en número, desde el 13 % en los años noventa al 70 % en el año 2015. Sin embargo, desde esa fecha las medidas para disminuir la contaminación y mitigar el cambio climático, han reducido de nuevo el uso de diésel como combustible. Los pólenes en el campo están limpios, mientras que en las ciudades están recubiertos de partículas contaminantes como el diésel, que incrementan la capacidad de los pólenes para sensibilizar a mayor número de pacientes e inducir una respuesta alérgica mucho mayor. Además de las alergias, un aire con polución puede disminuir la capacidad pulmonar e incluso afectar el desarrollo pulmonar de los niños.

Otros factores que influyen en la aparición de la hipersensibilidad a los pólenes son los antecedentes familiares de alergia y el tabaquismo.

¿Cómo se evitan y tratan los síntomas de la polinosis?

Resulta muy recomendable aplicar una serie de medidas higiénicas. La medida fundamental es evitar la exposición a los pólenes alergénicos (tomar vacaciones durante el momento crítico de polinización, eligiendo una zona libre de pólenes, como la playa), aunque eso es complicado de llevar a cabo. Por tanto, es interesante exponer algunos consejos para impedir el contacto con el polen en su época de polinización:

  • Abrir las ventanas del domicilio a primera hora de la mañana y cuando cae el sol, ya que es en estas horas cuando los niveles de pólenes son más bajos, porque los pólenes salen de las flores cuando hay más luz y calor.
  • Ducharse y cambiarse de ropa al llegar a casa. Procurar no tender la ropa en el exterior, sobre todo los días de recuentos elevados, ya que los granos de polen pueden quedarse atrapados en las prendas.
  • Cuando se salga a la calle, llevar gafas de sol, y mascarillas antipolen, para que el polen no pueda entrar en contacto con los ojos y la mucosa nasal.
  • Instalar filtros antipolen en los aparatos de aire acondicionado, tanto en el domicilio como en el coche (no hay que olvidar cambiarlos con frecuencia).
  • Cuando se viaje en coche, hacerlo con las ventanillas cerradas.
  • Evitar actividades que puedan remover partículas de polen, tales como cortar el césped, barrer la terraza, etc. En caso de alergia al polen de gramíneas, no es recomendable tumbarse sobre el césped.
  • Disminuir las actividades al aire libre en las horas centrales del día, entre el mediodía y las 5 de la tarde.
  • Permanecer el mayor tiempo posible dentro de casa durante los días de mayores concentraciones de pólenes, sobre todo los días de viento.
  • No dormir cerca de fuentes de pólenes alergénicos (árboles o plantas).
  • Si se tiene jardín, evitar tener plantas que polinicen por el aire.
  • Existen tratamientos médicos para impedir la aparición de la sintomatología, pero estos deben ser pautados por un especialista en Alergología.

Se puede indicar un tratamiento sintomático (corticoides, antihistamínicos, etc.) durante el período de polinización de aquellos pólenes causantes de los síntomas. Este tratamiento no cura la enfermedad, pero permite aminorar o eliminar los síntomas mientras el paciente lo esté realizando.

La inmunoterapia (vacunación) va a disminuir el grado de alergia a los pólenes responsables, y de esta manera reducir o incluso llegar a eliminar la necesidad de medicación sintomática que, de otra manera, el paciente tendría que tomar año tras año durante la mayor parte de su vida. Además, la vacuna previene la evolución de la sintomatología hacia el asma bronquial (algo que ocurre hasta en el 60 % de los pacientes con rinitis polínica intensa que no se vacunan). Este tratamiento, a diferencia del anterior, sí es parcialmente curativo, pudiéndose interrumpir en la mayoría de los casos al cabo de los 3-5 años.

¿Para qué sirven los recuentos de pólenes?

Con objeto de llevar a cabo las medidas anteriores, es necesario que el paciente conozca con precisión el calendario polínico de los pólenes responsables de su enfermedad (figura 2). Los recuentos de pólenes pueden servir para saber en qué período del año tiene que seguir las medidas de evitación de los pólenes (cerrar ventanas, no ir al campo, etc.). También son necesarios para saber cuándo se debe iniciar y finalizar el tratamiento sintomático.

El especialista usará los recuentos de pólenes como una herramienta clínica para saber con exactitud qué tipo de pólenes están presentes en la atmósfera durante el período en que el paciente presenta síntomas. Este hecho es de crucial importancia, pues de ello dependerá en gran medida la eficacia de la vacunación. Únicamente con una vacuna que contenga el polen o pólenes relevantes en su enfermedad se obtendrán unos resultados satisfactorios.

Además, gracias a los recuentos se podrán planificar mejor los viajes: por ejemplo, un madrileño con asma bronquial estacional moderada causada por alergia al polen del olivo podría visitar Jaén sin ningún problema durante las vacaciones de Semana Santa en abril, pero por el contrario sería peligroso que lo hiciera en mayo o junio. Un ciudadano de Barcelona con asma leve por alergia a pólenes de gramíneas podría presentar una agudización grave si se desplazara a Badajoz durante los meses de mayo y junio.

Figura 2. Calendario polínico de Madrid, donde aparecen representados los 23 tipos polínicos más frecuentes encontrados en la atmósfera de Madrid. Se han escogido solo los tipos polínicos que contribuyen al menos en el 0,4 % de los pólenes totales. Para otros calendarios polínicos de España véase: www.polenes.com

Figura 2. Calendario polínico de Madrid, donde aparecen representados los 23 tipos polínicos más frecuentes encontrados en la atmósfera de Madrid. Se han escogido solo los tipos polínicos que contribuyen al menos en el 0,4 % de los pólenes totales. Para otros calendarios polínicos de España véase: www.polenes.com

¿Por qué en ocasiones los recuentos no coinciden con los síntomas? ¿cómo se deben interpretar?

Cuando en ocasiones los medios de comunicación alertan acerca de la presencia de elevadas concentraciones del tipo de polen al que el paciente está sensibilizado, y este, por contra, se encuentra bien, ello puede ser debido a los siguientes factores:

  • La sintomatología del paciente es producida por otro polen diferente, aunque presente sensibilización al mencionado.
  • Aun siendo alérgico al polen que en ese momento se encuentra en el ambiente, las concentraciones no son lo suficientemente altas como para producirle síntomas.

Otras veces, los medios de comunicación indican concentraciones bajas del polen al que el paciente está sensibilizado, y este se encuentra mal. ¿Cuáles podrían ser los motivos?

  • Puede que esas concentraciones para el paciente en concreto sí sean altas, ya que es extremadamente alérgico a esos pólenes.
  • Puede que los síntomas sean producidos por otro polen diferente, al que el paciente también resulte ser alérgico.
  • Puede que el paciente haya estado realizando actividades que aumenten su exposición individual al polen implicado (cortar el césped en el caso de las gramíneas, desplazarse en moto, salir al campo, etc.).
  • Puede que las vías aéreas del paciente sigan inflamadas a causa de los pólenes a los que se expuso en los días anteriores.

Cada paciente debe conocer cuál es su umbral de reactivación, es decir, debe aprender qué concentración de polen comienza a provocarle síntomas y, por tanto, extremar las precauciones para evitarla.

No todos los pacientes poseen el mismo umbral de reactivación, «lo que es alto para unos puede ser bajo para otros»; por ejemplo, hay pacientes que con tan solo 5 granos de gramíneas presentan síntomas intensos, y otros que, por el contrario, con 40 granos del mismo tipo de polen no notan nada.

Por ese motivo, los recuentos de pólenes en numerosas ocasiones resultan confusos y poco útiles cuando se expresan en términos como altos, medios o bajos; es mucho mejor que el paciente conozca los recuentos de su localidad en valores cuantitativos, para así poder establecer qué nivel es realmente alto o bajo para él.

¿Dónde pueden obtenerse los recuentos en términos cuantitativos?

La Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC) cuenta con una red nacional compuesta por casi 60 colectores que realizan recuentos de pólenes de forma ininterrumpida durante todo el año. Esta red está formada principalmente por alergólogos y biólogos quienes, mediante captadores de pólenes situados encima de los edificios, atrapan los pólenes para, luego, mediante el microscopio óptico, identificarlos y cuantificarlos, y expresar posteriormente los recuentos en número de granos de polen/m3 de aire en 24 horas. De este modo, por poner un ejemplo, una concentración de 24 granos de pólenes de gramíneas/m3 de aire lo que está representando es la media aritmética de ese día, pues puede que a lo largo de la jornada esta haya oscilado de 0 a 60 granos.

Con posterioridad, los recuentos serán publicados en términos cuantitativos (véase bibliografía).

Colector Burkard instalado en una azotea, empleado por los especialistas para la detección de pólenes; funciona durante todos los meses del año.

Colector Burkard instalado en una azotea, empleado por los especialistas para la detección de pólenes; funciona durante todos los meses del año. (Créditos, F. 33)

¿Cómo afectan las condiciones meteorológicas a los niveles de pólenes?

El agua de la lluvia favorece el crecimiento y desarrollo de todas las especies vegetales y, como consecuencia, provoca un aumento posterior en la producción de pólenes. Sin embargo, la lluvia en el momento de la polinización de cada especie, limpiará la atmósfera de pólenes. Por tanto, la lluvia ejerce dos acciones diferentes sobre los pólenes, dependiendo de cuando se produzca.

Dentro de las especies alergénicas, las que reciben una mayor influencia por la lluvia son las gramíneas, de manera que, si las lluvias de germinación (otoño e invierno) son muy intensas y no llueve apenas durante la primavera (lluvias de crecimiento), las concentraciones de pólenes de gramíneas serán elevadas.

¿Cómo influye la contaminación y el cambio climático sobre las concentraciones de pólenes?

Existe una estrecha relación entre la contaminación ambiental y las enfermedades alérgicas causadas por pólenes. Las partículas emitidas durante la combustión de los motores diésel y por las calefacciones, crean un ambiente hostil para las plantas, de modo que al no poder desplazarse como harían otros seres vivos, se defiende de la contaminación modificando su fisiología, produciendo nuevas proteínas denominadas de estrés, que se localizan en el interior de los pólenes, haciéndolos más agresivos. Esto explica por qué son más frecuentes las alergias a pólenes en la ciudad y en las zonas cercanas a las autopistas, que en las zonas rurales, donde hay más plantas.

Además, el aumento del CO2 y de la temperatura favorece el desarrollo de las plantas, ya que estimula la fotosíntesis y provoca un aumento de la producción de pólenes.

Por último, el aumento de la temperatura ocasiona un adelanto de la floración, y, como consecuencia de ello, se produce un aumento del período de exposición a los pólenes, que, junto al aumento de pólenes y a la presencia de nuevas proteínas en los mismos, explicaría por qué para el año 2030 se podría cumplir la previsión de que uno de cada cuatro españoles sea alérgico a algún tipo de polen.

¿Son útiles las mascarillas que se utilizan para prevenir la infección por coronavirus en los pacientes alérgicos a pólenes?

Las mascarillas son dispositivos diseñados para proteger a su portador de la inhalación de humos, microorganismos (bacterias, virus) y material particulado transportado por el aire, así como para proteger a los demás cuando el portador pueda contagiar alguna enfermedad. Entre el material particulado que se encuentra en la atmósfera, están las PM2,5 que provienen de la combustión del diésel y del desgaste de neumáticos y frenos, pero sobre todo los pólenes.

Hay 3 variedades de mascarillas: higiénicas, quirúrgicas y de protección.

  • Las mascarillas higiénicas están fabricadas con tejidos lavables y no hay completa seguridad de que protejan de infecciones por virus o pólenes.
  • Las máscarillas quirúrgicas filtran el aire que se exhala (desde dentro hacia afuera) y atrapan los virus contenidos en las gotas expulsadas al toser y estornudar del que las lleva (5 micras), impidiendo contagiar a los que le rodean. Estas mascarillas no son completamente válidas para los alérgicos aunque atrapen los pólenes, porque no se ajustan adecuadamente a la cara, por lo que pueden pasar por los bordes a la nariz y la boca.
  • Las mascarillas de protección, denominadas FFP (del inglés Filtering Face Piece), cubren nariz y boca y filtran el aire que se inhala (desde fuera hacia dentro) y retienen las partículas que se encuentran en el aire que respiramos, como los pólenes y los virus. Hay 3 tipos de FFP según la textura del material de filtración, las FFP1 atrapan un 80 % de las partículas mayores de 0,3 micras; las FFP2, atrapan un 92 % y las FFP3, atrapan un 98 % de las mayores de 0,3 micras. Todas tienen una pinza nasal y una forma ergonómica para ajustarse adecuadamente, impidiendo el paso de partículas como pólenes por los bordes. En los alérgicos a pólenes sería suficiente utilizar las mascarillas indicadas como FFP1, aunque las FFP2 y FFP3 son más eficaces. Las mascarillas autofiltrantes con válvula de exhalación permiten mantenerlas durante un mayor tiempo porque disminuyen el calor y la humedad de su interior.

¿Cómo funcionan estas mascarillas? ¿sirven para toda clase de polen?

Debido a la elevada capacidad de filtración de las mascarillas de protección, con sus microfibras de polipropileno para atrapar los pólenes de la atmósfera, se consideran muy importantes a la hora de reducir la exposición y, por tanto, reducir los síntomas y el consumo de medicación.

Los alérgicos a pólenes se beneficiarán de la utilización de mascarillas cuando, en el exterior, se produzcan niveles elevados del polen de las arizónicas en los meses de invierno, del polen del plátano de sombra, el abedul, las gramíneas, el olivo y la parietaria en primavera, y durante el verano, el polen de la salsola y la parietaria.

El tamaño de los pólenes alergénicos oscila entre las 15 micras de la parietaria y las 35 micras de la arizónica, situándose los de las gramíneas, el plátano de sombra y el olivo en medio, con unas 25 micras. Por tanto, todos los pólenes alergénicos podrán ser retenidos por las mascarillas de protección FFP, porque atrapan partículas de un tamaño de hasta 0,3 micras. Las mascarillas quirúrgicas también retienen los pólenes, porque atrapan partículas de hasta 1 micra, pero debido a que no sellan adecuadamente, no impiden la entrada de pólenes por los bordes de la mascarilla.

Resumen

Resumen
  • La prevalencia de las enfermedades alérgicas ha aumentado drásticamente en los últimos años, debido a la conjunción de factores genéticos y ambientales (contaminación, cambio climático, hipótesis de la higiene…); en la actualidad es el trastorno inmunológico más frecuente que afecta al ser humano.
  • La polinosis es una rinoconjuntivitis causada por la sensibilización clínica a alérgenos presentes en los pólenes, y que en un 40 % de los casos cursa además con asma.
  • Si un paciente sufre de sintomatología rinoconjuntival (estornudos, prurito, destilación y congestión nasal…) y/o bronquiales (disnea, autoescucha de sibilancias, tos seca), en los días soleados y con empeoramiento durante los días de viento, el diagnóstico más probable es el de polinosis.
  • En estos casos, el paciente debe acudir a un especialista en Alergología, para saber qué polen (o pólenes) son los responsables de su sintomatología, y qué medidas debe adoptar para evitarlos. Del mismo modo, el alergólogo instaurará un tratamiento individual, dependiendo de cada caso.
  • Es importante que cada paciente conozca su umbral de reactivación de síntomas, a fin de realizar una correcta profilaxis; para ello es imprescindible conocer el calendario polínico y cuáles son los recuentos, en modo cuantitativo, que hay en cada momento de los pólenes que le afectan.
  • La utilización de mascarillas para prevenir el contagio de la infección por COVID-19 puede contribuir a disminuir la exposición a los pólenes en los pacientes alérgicos y como consecuencia disminuir sus síntomas, además de reducir el consumo de medicación.

Preguntas y respuestas

Resumen

¿Qué es la polinosis?

Se conoce como polinosis la sintomatología causada por la sensibilización clínica a los alérgenos presentes en los pólenes. Dicha sintomatología consiste en una rinoconjuntivitis que en un 40 % de los casos cursa, además, con asma.

El médico inglés John Bostock fue el primero en describir la enfermedad en 1819 (él mismo la padecía); entre los años 1819-1828 tan solo pudo encontrar 28 casos más de este raro proceso en toda Inglaterra. Posteriormente, diversos estudios epidemiológicos realizados en Europa han ido demostrando un progresivo y sorprendente incremento en su prevalencia, que era de un 0,8 % en 1926, un 11,2 % en 1994, y un 20 % en la actualidad, llegando incluso a un 30 % si la limitamos a la población escolar de edades comprendidas entre los 13 y 14 años de grandes ciudades como Londres. Es decir, hemos pasado de una rara enfermedad al trastorno inmunológico más frecuente en el ser humano hoy en día.

Los factores que se barajan como causa de este dramático incremento son principalmente la falta de exposición a gérmenes durante la temprana infancia (hipótesis de la higiene), junto a la contaminación atmosférica en los países desarrollados y el cambio climático.

¿Por qué se llama fiebre del heno a la polinosis?

Como se ha mencionado anteriormente, John Bostock médico de profesión, padecía en época estival una sintomatología consistente en rinoconjuntivitis y asma, y pensó que la causa de sus males eran las emanaciones que fluían de la hierba seca con la que se nutría el ganado (conocido como heno). En aquella época, el término fiebre se empleaba para designar cualquier proceso anormal del cuerpo humano, ya fuera febril o afebril, razón por la que Bostock denominó a este proceso fiebre del heno. El término, aunque erróneo, sigue utilizándose en nuestros días tanto por profanos como por especialistas. La forma correcta para designar este cuadro médico es, como se ha dicho previamente, polinosis.

¿Cuál es la causa de la polinosis?

Bostock describió la enfermedad, pero fue otro médico inglés, Charles Harrison Blackley, quien publicó en 1873 (más de medio siglo más tarde) que la causa de dicha enfermedad eran los pólenes, y no el heno, demostrando mediante el estudio microscópico de los granos de polen de gramíneas, la relación entre su presencia atmosférica y la aparición de los síntomas (de hecho, él también padecía de polinosis). Por tanto, se puede considerar a Blackley como el padre de la ciencia que estudia los pólenes atmosféricos (aeropalinología).

Del mismo modo, descubrió las pruebas cutáneas, al describir la aparición inmediata de eritema y lesión habonosa en una zona de piel previamente escarificada (arañada con una aguja), tras el contacto con pólenes de gramíneas. Gracias a este descubrimiento, se reconoció la fiebre del heno como una enfermedad alérgica de hipersensibilidad inmediata, mediada por uno o varios factores séricos que llamaron reaginas.

Posteriormente, en 1966, se demostró que los anticuerpos reagínicos correspondían a una inmunoglobulina diferente a las conocidas hasta la fecha (IgG, IgA, IgM) a la que se denominó inmunoglobulina E (IgE). Esta demostración fue llevada a cabo de manera casi simultánea por un matrimonio de investigadores japoneses afincados en Estados Unidos (Teruko y Kimishige Ishizaka) y unos investigadores suecos (Johansson y Bennich). Comprobaron que, a diferencia de la población normal, los pacientes alérgicos al polen presentaban altas concentraciones de IgE, y que dichos anticuerpos estaban dirigidos contra glicoproteínas localizadas en el interior de los granos de polen. Por tanto, son los anticuerpos IgE los causantes de la enfermedad.

¿Puede cualquier persona sufrir polinosis?

No todo el mundo puede sufrir de polinosis. Fundamentalmente, el riesgo de desarrollar la enfermedad viene dado por la conjunción de factores genéticos (disposición atópica heredada) y ambientales (una exposición a pólenes alergénicos; que, como se verá más adelante, no todos lo son).

Los síntomas de polinosis pueden aparecer a cualquier edad, aunque el inicio suele ser más frecuente en la infancia y en la juventud. Una vez que aparecen los primeros síntomas clínicos, estos tienden a persistir indefinidamente en el tiempo, e incluso a agravarse (entre un 30-60 % de los pacientes puede terminar desarrollando asma bronquial). No obstante, un pequeño porcentaje de pacientes (8 %) puede presentar remisiones clínicas espontáneas, es decir, deja de tener sintomatología. La severidad de las manifestaciones clínicas depende de la cantidad de polen liberado y de la exposición del paciente a él durante la estación polínica específica; por tanto, puede variar de año en año.

La mayoría de los pacientes, especialmente a partir de la cuarta o quinta década de la vida, van experimentando una lenta remisión de los síntomas, aunque tampoco se produce en el 100 % de los casos.

¿Cómo saber si los síntomas son de catarro por virus o de alergia?

La sintomatología alérgica es muy similar a la producida por los cuadros infecciosos virales (catarros), y consiste en afectación nasoocular (estornudos en salva, picores en la nariz y en los ojos, enrojecimiento ocular, lagrimeo, mucosidad nasal transparente y congestión nasal) y ocasionalmente tos y asma.

Generalmente, en los cuadros víricos no se produce conjuntivitis y pueden presentar fiebre, y en cuanto a la tos, suele acompañarse de expectoración. Sin embargo, en la polinosis casi siempre hay conjuntivitis (ojos rojos con picor ocular), no aparece la fiebre y la tos es seca; en ocasiones se acompaña de autoescucha de sibilancias (leve pitido producido con la inspiración y/o la espiración) y disnea (fatiga) de predominio nocturno.

Del mismo modo, cuando un paciente sufre esta sintomatología rinoconjuntival y/o bronquial, principalmente durante los días soleados, con mejoría los días de lluvia y empeoramiento cuando hay viento —especialmente si permanece en espacios abiertos—, es muy probable que sufra polinosis. Si los síntomas se repiten siempre en la misma época del año, el diagnóstico es más que probable.

¿Es la pelusa blanca que aparece en primavera la causante de los síntomas?

Con la llegada de la primavera, las calles se llenan de una especie de pelusa blanca, que la gente comúnmente reconoce como polen, ya que, con su aparición, los pacientes polínicos comienzan a tener sintomatología alérgica (estornudos, prurito nasoocular, obstrucción nasal, lagrimeo, mucosidad nasal transparente, asma, etc.).

Esta afirmación es completamente errónea, ya que las partículas de polen son microscópicas (su tamaño oscila entre 2,5 y 150 micras; una micra es la milésima parte de un milímetro) y, por tanto, invisibles al ojo humano. Se precisa un microscopio para poder observarlas.

Dicha pelusa realmente es una especie de algodoncillo blanco (llamado vilano) que envuelve las semillas del chopo (Populus), con el fin de hacerlas volátiles y facilitar de este modo su dispersión para colonizar nuevos ambientes. Tanto las semillas como el vilano que las recubre son inocuos para el ser humano.

Los síntomas que los pacientes polínicos presentan en esta época del año se deben al polen de las gramíneas, que como se acaba de comentar, no es visible a nuestros ojos, y cuya polinización coincide en el tiempo con la dispersión de las semillas del chopo envueltas en el vilano.

Penachos pilosos del chopo, que transportan las semillas. Aparecen en mayo, coincidiendo con la polinización de las gramíneas; sin embargo, al contrario que ellas, no producen ningún tipo de alergia.

Penachos pilosos del chopo, que transportan las semillas. Aparecen en mayo, coincidiendo con la polinización de las gramíneas; sin embargo, al contrario que ellas, no producen ningún tipo de alergia. (Créditos, F. 31)

¿Qué es el polen?

Los pólenes son unos granos de un tamaño muy reducido (más pequeños que la punta de un alfiler), producidos por el aparato reproductor masculino de las flores, que llevan en su interior células espermáticas. Su función consiste en transportar dichas células hasta el aparato reproductor femenino de otras flores, con objeto de producir la fecundación, que conllevará la posterior formación del fruto; de ese modo se logra, por consiguiente, asegurar la supervivencia de las especies vegetales.

Como se ha comentado previamente, el polen tiene un tamaño variable: en la mayor parte de los pólenes oscila entre 20 y 40 micras, y cuando se encuentra disperso en el aire es invisible al ojo humano, para verlo es necesario un microscopio; no obstante, hay que tener en cuenta que una sola planta puede producir miles y miles de granos de polen, cuyo aspecto, cuando se ve amontonado (como puede ser en el interior de las flores u hojas circundantes), es el de un polvillo amarillo.

No todas las plantas polinizan al mismo tiempo (aunque la mayoría lo hacen en primavera-verano); por tanto, los niveles de polen de cada una aumentarán dependiendo de la época del año, y serán imperceptibles el resto de los meses (si se trata de polinización estacional, no así en el caso de la perenne). Por este motivo, no todos los pacientes polínicos presentan sintomatología los mismos meses del año.

¿Todas las plantas pueden producir polinosis?

No. Si bien todas las plantas polinizan, no todas producen polinosis.

La polinización de las plantas se puede producir de dos maneras (aunque muchas plantas tienen una forma de fecundación mixta), con arreglo a las cuales estas se clasifican en:

  • Entomófilas (del griego Entomos: ‘insecto’): estas plantas polinizan a través de los insectos. Se caracterizan por tener flores de colores vivos, con pétalos vistosos y por ser aromáticas, características que utilizan para atraer la atención de los insectos. Su polen suele ser pegajoso, para adherirse a las patas del insecto que se posa en ellas, de modo que cuando este se pose en otra flor, deposite el polen que lleva pegado. El 80 % de las plantas pertenecen a este grupo; entre ellas: las rosas, los claveles, las hortensias, los geranios, etc.
  • Anemófilas (del griego Anemos: ‘viento’): las que polinizan a través del viento. Suelen ser plantas que carecen de flores vistosas (no pueden atraer a los insectos), y como se sirven del viento, sus granos de polen suelen ser más pequeños y son liberados en mayor cantidad, facilitando así que vuelen lejos (aerovagantes), lo que favorece la fecundación a distancia de otras plantas de su especie. Claro ejemplo de ello son las hierbas que crecen en los márgenes de las carreteras.

De modo que es sencillo comprender que solo las plantas anemófilas son las que contribuyen a la carga atmosférica de pólenes que de forma inadvertida podemos respirar. Por el contrario, las plantas entomófilas, al no liberar el polen en el aire, no suelen producir ninguna alergia respiratoria, salvo que estén muy cerca del paciente: lo que se denomina polinosis de proximidad, como ocurre con los aligustres.

La forma de polinización de las plantas anemófilas justifica que la sintomatología que presentan los pacientes con polinosis sea fundamentalmente respiratoria (rinoconjuntivitis y/o asma), ya que esta es la vía por la que el individuo entra en contacto con el polen. Del mismo modo, también explica que sea en los días de viento cuando el paciente acuse más la sintomatología y, por contra, que cuando llueve, mejore (ya que se limpia la atmósfera y los granos de polen se depositan en el suelo con el peso de la lluvia al mojarse).

¿Cómo saber qué pólenes producen alergia en cada paciente?

En España hay más de diez tipos de pólenes que pueden provocar polinosis epidémicas. Si un paciente presenta la sintomatología descrita, debe acudir al especialista en Alergología, que le someterá a una serie de pruebas (cutáneas y/o de otro tipo) para confirmar su enfermedad, y le explicará si los síntomas son producidos por haber desarrollado alergia a uno o a varios pólenes.

La aparición de los síntomas en el paciente está en función de la presencia atmosférica del polen o los pólenes a los que está sensibilizado en su lugar de residencia. Dependiendo de la región en la que viva, los pólenes predominantes serán diferentes: así, por ejemplo, los pacientes residentes en Madrid o Barcelona, y que son alérgicos a los pólenes de las arizónicas y los cipreses (cupresáceas), desarrollarán sus síntomas en los meses que van de enero a marzo; los alérgicos al plátano de sombra (Platanus hispanica) los desarrollarán entre marzo y abril; los que lo sean al polen del olivo o la parietaria, o las gramíneas, de abril a julio, y los sensibles a los pólenes de Salsola (una maleza característica en las películas del oeste), entre mayo y septiembre.

El polen predominante y que más sintomatología ocasiona en España es el de las gramíneas (hierbas), y el mes de máxima incidencia es mayo.

¿Cuáles son los pólenes más alergénicos?

En España hay seis pólenes que afectan a más del 90 % de la población. Por orden de importancia serían: gramíneas, olivo, cupresáceas (arizónica y ciprés), salsola, plátano de sombra y parietaria (figura 1). Estos pólenes van a aparecer de forma secuencial, prácticamente durante todo el año; así, en invierno, las cupresáceas; durante la primavera, el plátano de sombra, las gramíneas, el olivo, la salsola y la parietaria; durante el verano, solo la salsola y la parietaria, y en otoño, de nuevo las cupresáceas.

Hay otros cuatro pólenes menos habituales que los anteriores, pero que pueden ser importantes en algunas zonas geográficas, como es el caso del abedul, la palmera, la artemisa y el plantago. El abedul aparece en la atmósfera en los meses de primavera en la cornisa cantábrica y en el norte de Castilla-León. La palmera poliniza en primavera en zonas de costa, siendo importante en zonas como Elche y Orihuela. La artemisa puede dar problemas en otoño en zonas rurales, mientras que en Tenerife los daría en primavera. Por último, el plantago coincide con las gramíneas en primavera. Un árbol del cual no se ha demostrado que su polen produzca apenas alergia es el del pino.

Figura 1. Imágenes al microscopio óptico de los seis pólenes más importantes como causa de rinoconjuntivitis y asma alérgica en España: 1. Gramíneas; 2. Olivo; 3. Arizónica; 4. Salsola; 5. Plátano de sombra; 6. Parietaria

Figura 1. Imágenes al microscopio óptico de los seis pólenes más importantes como causa de rinoconjuntivitis y asma alérgica en España: 1. Gramíneas; 2. Olivo; 3. Arizónica; 4. Salsola; 5. Plátano de sombra; 6. Parietaria (Créditos, F. 32)

Anexo: 11 Pólenes más importantes a nivel mundial (Créditos, F. 227)

¿Son iguales los pólenes que producen alergia en todo el mundo?

Los pólenes que producen alergias en otros países de Europa como Portugal, Grecia o Italia son muy similares a los de España. En otras latitudes más al norte en Europa, debido a la diferente flora, se observan algunas diferencias: así, en los países escandinavos es muy frecuente la alergia al abedul, o en Alemania, la del fresno, de la misma familia que el olivo.

Además, en algunas zonas del centro de Europa como Austria es importante la alergia a la ambrosia, planta que no existe en España.

En Norteamérica existen pólenes similares a los de Europa, siendo los más importantes, además de las gramíneas, los de las cupresáceas y la ambrosia.

En Japón la mayoría de las alergias por pólenes se deben a la Cryptomeria japonica (cedro del Japón), de la familia de las cupresáceas. En Sudamérica y en África, por sus condiciones climatológicas y por su flora, no son muy frecuentes las alergias causadas por los pólenes. Australia, por estar situada en el hemisferio sur, sufre alergias por pólenes similares a los de Europa, pero en estaciones contrarias.

¿Los diferentes pólenes tienen la misma época de polinización en españa?

El inicio de la polinización se produce primero en las zonas situadas más al sur, por una mayor incidencia de los rayos solares, para ir posteriormente avanzando hacia el norte. Por este motivo, en España puede haber olivos en flor a finales de marzo en zonas de Andalucía, como Málaga, mientras que en Toledo no lo hace hasta mediados de mayo.

De igual manera, se inicia antes la polinización en las zonas que se hallan más bajas sobre el nivel del mar y posteriormente, en las más altas. Dentro de la provincia de Jaén, el olivo inicia la polinización primero en zonas más bajas, como Andújar (situada a 200 metros sobre el nivel del mar) y más tarde, en Cazorla (a 1.000 metros sobre el nivel del mar).

La artemisia poliniza en toda la península desde finales del verano hasta el inicio del invierno, mientras que en la isla de Tenerife lo hace durante la primavera.

¿Se puede ser alérgico a más de un tipo de polen?

Sí. Aproximadamente el 50 % de los pacientes polínicos del norte de España y más del 80 % de los residentes en el centro y sur son alérgicos a más de un tipo de polen. Por ejemplo, en Madrid es muy frecuente la alergia múltiple a cupresáceas más gramíneas, pudiendo asociarse al plátano de sombra, al olivo y la salsola, lo que condiciona una sintomatología prolongada, multiestacional de enero a octubre.

¿Por qué cada vez hay más pacientes alérgicos?

David Strachan propuso en 1989 la denominada hipótesis de la higiene, según la cual, la creciente incidencia de la enfermedad alérgica en general se relacionaba con la menor exposición a los gérmenes. Según Strachan, esta disminución a la exposición de agentes virulentos se debía al aumento de la higiene personal, a la disminución del tamaño familiar y al contacto más limitado con animales; de ahí que razonase que ser dueño de una mascota, vivir en granjas, asistir a guarderías o tener hermanos ayudaban al sistema inmunitario a adaptarse apropiadamente, de forma que no reaccionara con desmedida al estímulo ambiental.

De acuerdo con esta hipótesis, el sistema inmunitario, en ausencia de exposición repetida a sustancias dañinas, reacciona y se estimula excesivamente frente a sustancias externas que en un principio deberían ser inocuas para el ser humano, como los pólenes, dando como resultado el desarrollo de las alergias. Esta teoría explicaría porque en los países desarrollados hay más enfermedades de hipersensibilidad y autoinmunes que en los países subdesarrollados.

Como su nombre indica, se trata tan solo de una hipótesis sobre las causas del aumento de las distintas enfermedades alérgicas y autoinmunes.

En los últimos años, los vehículos diésel han aumentado en número, desde el 13 % en los años noventa al 70 % en el año 2015. Sin embargo, desde esa fecha las medidas para disminuir la contaminación y mitigar el cambio climático, han reducido de nuevo el uso de diésel como combustible. Los pólenes en el campo están limpios, mientras que en las ciudades están recubiertos de partículas contaminantes como el diésel, que incrementan la capacidad de los pólenes para sensibilizar a mayor número de pacientes e inducir una respuesta alérgica mucho mayor. Además de las alergias, un aire con polución puede disminuir la capacidad pulmonar e incluso afectar el desarrollo pulmonar de los niños.

Otros factores que influyen en la aparición de la hipersensibilidad a los pólenes son los antecedentes familiares de alergia y el tabaquismo.

¿Cómo se evitan y tratan los síntomas de la polinosis?

Resulta muy recomendable aplicar una serie de medidas higiénicas. La medida fundamental es evitar la exposición a los pólenes alergénicos (tomar vacaciones durante el momento crítico de polinización, eligiendo una zona libre de pólenes, como la playa), aunque eso es complicado de llevar a cabo. Por tanto, es interesante exponer algunos consejos para impedir el contacto con el polen en su época de polinización:

  • Abrir las ventanas del domicilio a primera hora de la mañana y cuando cae el sol, ya que es en estas horas cuando los niveles de pólenes son más bajos, porque los pólenes salen de las flores cuando hay más luz y calor.
  • Ducharse y cambiarse de ropa al llegar a casa. Procurar no tender la ropa en el exterior, sobre todo los días de recuentos elevados, ya que los granos de polen pueden quedarse atrapados en las prendas.
  • Cuando se salga a la calle, llevar gafas de sol, y mascarillas antipolen, para que el polen no pueda entrar en contacto con los ojos y la mucosa nasal.
  • Instalar filtros antipolen en los aparatos de aire acondicionado, tanto en el domicilio como en el coche (no hay que olvidar cambiarlos con frecuencia).
  • Cuando se viaje en coche, hacerlo con las ventanillas cerradas.
  • Evitar actividades que puedan remover partículas de polen, tales como cortar el césped, barrer la terraza, etc. En caso de alergia al polen de gramíneas, no es recomendable tumbarse sobre el césped.
  • Disminuir las actividades al aire libre en las horas centrales del día, entre el mediodía y las 5 de la tarde.
  • Permanecer el mayor tiempo posible dentro de casa durante los días de mayores concentraciones de pólenes, sobre todo los días de viento.
  • No dormir cerca de fuentes de pólenes alergénicos (árboles o plantas).
  • Si se tiene jardín, evitar tener plantas que polinicen por el aire.
  • Existen tratamientos médicos para impedir la aparición de la sintomatología, pero estos deben ser pautados por un especialista en Alergología.

Se puede indicar un tratamiento sintomático (corticoides, antihistamínicos, etc.) durante el período de polinización de aquellos pólenes causantes de los síntomas. Este tratamiento no cura la enfermedad, pero permite aminorar o eliminar los síntomas mientras el paciente lo esté realizando.

La inmunoterapia (vacunación) va a disminuir el grado de alergia a los pólenes responsables, y de esta manera reducir o incluso llegar a eliminar la necesidad de medicación sintomática que, de otra manera, el paciente tendría que tomar año tras año durante la mayor parte de su vida. Además, la vacuna previene la evolución de la sintomatología hacia el asma bronquial (algo que ocurre hasta en el 60 % de los pacientes con rinitis polínica intensa que no se vacunan). Este tratamiento, a diferencia del anterior, sí es parcialmente curativo, pudiéndose interrumpir en la mayoría de los casos al cabo de los 3-5 años.

¿Para qué sirven los recuentos de pólenes?

Con objeto de llevar a cabo las medidas anteriores, es necesario que el paciente conozca con precisión el calendario polínico de los pólenes responsables de su enfermedad (figura 2). Los recuentos de pólenes pueden servir para saber en qué período del año tiene que seguir las medidas de evitación de los pólenes (cerrar ventanas, no ir al campo, etc.). También son necesarios para saber cuándo se debe iniciar y finalizar el tratamiento sintomático.

El especialista usará los recuentos de pólenes como una herramienta clínica para saber con exactitud qué tipo de pólenes están presentes en la atmósfera durante el período en que el paciente presenta síntomas. Este hecho es de crucial importancia, pues de ello dependerá en gran medida la eficacia de la vacunación. Únicamente con una vacuna que contenga el polen o pólenes relevantes en su enfermedad se obtendrán unos resultados satisfactorios.

Además, gracias a los recuentos se podrán planificar mejor los viajes: por ejemplo, un madrileño con asma bronquial estacional moderada causada por alergia al polen del olivo podría visitar Jaén sin ningún problema durante las vacaciones de Semana Santa en abril, pero por el contrario sería peligroso que lo hiciera en mayo o junio. Un ciudadano de Barcelona con asma leve por alergia a pólenes de gramíneas podría presentar una agudización grave si se desplazara a Badajoz durante los meses de mayo y junio.

Figura 2. Calendario polínico de Madrid, donde aparecen representados los 23 tipos polínicos más frecuentes encontrados en la atmósfera de Madrid. Se han escogido solo los tipos polínicos que contribuyen al menos en el 0,4 % de los pólenes totales. Para otros calendarios polínicos de España véase: www.polenes.com

Figura 2. Calendario polínico de Madrid, donde aparecen representados los 23 tipos polínicos más frecuentes encontrados en la atmósfera de Madrid. Se han escogido solo los tipos polínicos que contribuyen al menos en el 0,4 % de los pólenes totales. Para otros calendarios polínicos de España véase: www.polenes.com

¿Por qué en ocasiones los recuentos no coinciden con los síntomas? ¿cómo se deben interpretar?

Cuando en ocasiones los medios de comunicación alertan acerca de la presencia de elevadas concentraciones del tipo de polen al que el paciente está sensibilizado, y este, por contra, se encuentra bien, ello puede ser debido a los siguientes factores:

  • La sintomatología del paciente es producida por otro polen diferente, aunque presente sensibilización al mencionado.
  • Aun siendo alérgico al polen que en ese momento se encuentra en el ambiente, las concentraciones no son lo suficientemente altas como para producirle síntomas.

Otras veces, los medios de comunicación indican concentraciones bajas del polen al que el paciente está sensibilizado, y este se encuentra mal. ¿Cuáles podrían ser los motivos?

  • Puede que esas concentraciones para el paciente en concreto sí sean altas, ya que es extremadamente alérgico a esos pólenes.
  • Puede que los síntomas sean producidos por otro polen diferente, al que el paciente también resulte ser alérgico.
  • Puede que el paciente haya estado realizando actividades que aumenten su exposición individual al polen implicado (cortar el césped en el caso de las gramíneas, desplazarse en moto, salir al campo, etc.).
  • Puede que las vías aéreas del paciente sigan inflamadas a causa de los pólenes a los que se expuso en los días anteriores.

Cada paciente debe conocer cuál es su umbral de reactivación, es decir, debe aprender qué concentración de polen comienza a provocarle síntomas y, por tanto, extremar las precauciones para evitarla.

No todos los pacientes poseen el mismo umbral de reactivación, «lo que es alto para unos puede ser bajo para otros»; por ejemplo, hay pacientes que con tan solo 5 granos de gramíneas presentan síntomas intensos, y otros que, por el contrario, con 40 granos del mismo tipo de polen no notan nada.

Por ese motivo, los recuentos de pólenes en numerosas ocasiones resultan confusos y poco útiles cuando se expresan en términos como altos, medios o bajos; es mucho mejor que el paciente conozca los recuentos de su localidad en valores cuantitativos, para así poder establecer qué nivel es realmente alto o bajo para él.

¿Dónde pueden obtenerse los recuentos en términos cuantitativos?

La Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC) cuenta con una red nacional compuesta por casi 60 colectores que realizan recuentos de pólenes de forma ininterrumpida durante todo el año. Esta red está formada principalmente por alergólogos y biólogos quienes, mediante captadores de pólenes situados encima de los edificios, atrapan los pólenes para, luego, mediante el microscopio óptico, identificarlos y cuantificarlos, y expresar posteriormente los recuentos en número de granos de polen/m3 de aire en 24 horas. De este modo, por poner un ejemplo, una concentración de 24 granos de pólenes de gramíneas/m3 de aire lo que está representando es la media aritmética de ese día, pues puede que a lo largo de la jornada esta haya oscilado de 0 a 60 granos.

Con posterioridad, los recuentos serán publicados en términos cuantitativos (véase bibliografía).

Colector Burkard instalado en una azotea, empleado por los especialistas para la detección de pólenes; funciona durante todos los meses del año.

Colector Burkard instalado en una azotea, empleado por los especialistas para la detección de pólenes; funciona durante todos los meses del año. (Créditos, F. 33)

¿Cómo afectan las condiciones meteorológicas a los niveles de pólenes?

El agua de la lluvia favorece el crecimiento y desarrollo de todas las especies vegetales y, como consecuencia, provoca un aumento posterior en la producción de pólenes. Sin embargo, la lluvia en el momento de la polinización de cada especie, limpiará la atmósfera de pólenes. Por tanto, la lluvia ejerce dos acciones diferentes sobre los pólenes, dependiendo de cuando se produzca.

Dentro de las especies alergénicas, las que reciben una mayor influencia por la lluvia son las gramíneas, de manera que, si las lluvias de germinación (otoño e invierno) son muy intensas y no llueve apenas durante la primavera (lluvias de crecimiento), las concentraciones de pólenes de gramíneas serán elevadas.

¿Cómo influye la contaminación y el cambio climático sobre las concentraciones de pólenes?

Existe una estrecha relación entre la contaminación ambiental y las enfermedades alérgicas causadas por pólenes. Las partículas emitidas durante la combustión de los motores diésel y por las calefacciones, crean un ambiente hostil para las plantas, de modo que al no poder desplazarse como harían otros seres vivos, se defiende de la contaminación modificando su fisiología, produciendo nuevas proteínas denominadas de estrés, que se localizan en el interior de los pólenes, haciéndolos más agresivos. Esto explica por qué son más frecuentes las alergias a pólenes en la ciudad y en las zonas cercanas a las autopistas, que en las zonas rurales, donde hay más plantas.

Además, el aumento del CO2 y de la temperatura favorece el desarrollo de las plantas, ya que estimula la fotosíntesis y provoca un aumento de la producción de pólenes.

Por último, el aumento de la temperatura ocasiona un adelanto de la floración, y, como consecuencia de ello, se produce un aumento del período de exposición a los pólenes, que, junto al aumento de pólenes y a la presencia de nuevas proteínas en los mismos, explicaría por qué para el año 2030 se podría cumplir la previsión de que uno de cada cuatro españoles sea alérgico a algún tipo de polen.

¿Son útiles las mascarillas que se utilizan para prevenir la infección por coronavirus en los pacientes alérgicos a pólenes?

Las mascarillas son dispositivos diseñados para proteger a su portador de la inhalación de humos, microorganismos (bacterias, virus) y material particulado transportado por el aire, así como para proteger a los demás cuando el portador pueda contagiar alguna enfermedad. Entre el material particulado que se encuentra en la atmósfera, están las PM2,5 que provienen de la combustión del diésel y del desgaste de neumáticos y frenos, pero sobre todo los pólenes.

Hay 3 variedades de mascarillas: higiénicas, quirúrgicas y de protección.

  • Las mascarillas higiénicas están fabricadas con tejidos lavables y no hay completa seguridad de que protejan de infecciones por virus o pólenes.
  • Las máscarillas quirúrgicas filtran el aire que se exhala (desde dentro hacia afuera) y atrapan los virus contenidos en las gotas expulsadas al toser y estornudar del que las lleva (5 micras), impidiendo contagiar a los que le rodean. Estas mascarillas no son completamente válidas para los alérgicos aunque atrapen los pólenes, porque no se ajustan adecuadamente a la cara, por lo que pueden pasar por los bordes a la nariz y la boca.
  • Las mascarillas de protección, denominadas FFP (del inglés Filtering Face Piece), cubren nariz y boca y filtran el aire que se inhala (desde fuera hacia dentro) y retienen las partículas que se encuentran en el aire que respiramos, como los pólenes y los virus. Hay 3 tipos de FFP según la textura del material de filtración, las FFP1 atrapan un 80 % de las partículas mayores de 0,3 micras; las FFP2, atrapan un 92 % y las FFP3, atrapan un 98 % de las mayores de 0,3 micras. Todas tienen una pinza nasal y una forma ergonómica para ajustarse adecuadamente, impidiendo el paso de partículas como pólenes por los bordes. En los alérgicos a pólenes sería suficiente utilizar las mascarillas indicadas como FFP1, aunque las FFP2 y FFP3 son más eficaces. Las mascarillas autofiltrantes con válvula de exhalación permiten mantenerlas durante un mayor tiempo porque disminuyen el calor y la humedad de su interior.

¿Cómo funcionan estas mascarillas? ¿sirven para toda clase de polen?

Debido a la elevada capacidad de filtración de las mascarillas de protección, con sus microfibras de polipropileno para atrapar los pólenes de la atmósfera, se consideran muy importantes a la hora de reducir la exposición y, por tanto, reducir los síntomas y el consumo de medicación.

Los alérgicos a pólenes se beneficiarán de la utilización de mascarillas cuando, en el exterior, se produzcan niveles elevados del polen de las arizónicas en los meses de invierno, del polen del plátano de sombra, el abedul, las gramíneas, el olivo y la parietaria en primavera, y durante el verano, el polen de la salsola y la parietaria.

El tamaño de los pólenes alergénicos oscila entre las 15 micras de la parietaria y las 35 micras de la arizónica, situándose los de las gramíneas, el plátano de sombra y el olivo en medio, con unas 25 micras. Por tanto, todos los pólenes alergénicos podrán ser retenidos por las mascarillas de protección FFP, porque atrapan partículas de un tamaño de hasta 0,3 micras. Las mascarillas quirúrgicas también retienen los pólenes, porque atrapan partículas de hasta 1 micra, pero debido a que no sellan adecuadamente, no impiden la entrada de pólenes por los bordes de la mascarilla.

Autores

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Dr. Ángel Moral de Gregorio

Médico especialista en Alergología. Servicio de Alergología del Hospital Virgen del Valle, Toledo. Presidente del Comité de Aerobiología de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica

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